El PCPE y CJC han preparado el siguiente texto y cartel para el 8 de Marzo, día de la mujer trabajadora.
El capitalismo decadente, en descomposición y en crisis estructural golpea a la clase obrera a través de los gobiernos de turno que actúan como sus consejos de administración, implementando
medidas para tratar de no ver reducida su tasa de ganancia (privatizaciones, recortes sociales, aumento de la edad de jubilación, abaratamiento del despido, subvención a las cuotas
empresariales de seguridad social, etc).
Medidas que inciden especialmente sobre las trabajadoras que, como eslabón más débil de la cadena productiva, viven instaladas en la desigualdad y sobreexplotación del mercado laboral:
- Discriminación salarial representada en un salario medio femenino inferior en un 22% respecto al masculino, que es de un 37% menos entre las trabajadoras jóvenes y llega a ser de un 50% entre las inmigrantes.
- Acoso sexual.
- Son mujeres más del 77% de los ocupados a tiempo parcial.
- Trabajan en la economía sumergida más de un millón de mujeres.
- La tasa de ocupación femenina es del 52,60% y el paro se sitúa ya en el 20,79%. Siendo entre las mujeres inmigrantes del 29% y en las jóvenes del 61%.
Como manda el patriarcado las mujeres soportamos el trabajo doméstico, las tareas reproductivas y las de cuidados casi en exclusiva. Así, además de estar entrando y saliendo continuamente del mercado laboral entre los 25 y 44 años para el cuidado de hijos, el 85% de las excedencias son solicitadas por mujeres para el cuidado de familiares. De esta forma, se aleja de nuestro horizonte la obtención de una pensión pública que nos garantice una vejez
digna y no de exclusión y pobreza. Pensiones ligadas a permanencia en el mercado laboral de manera ininterrumpida, con carreras largas y estables chocan frontalmente con la realidad
laboral de las mujeres. En la práctica, pese a las cacareadas leyes conciliadoras, se imposibilita para nosotras el compatibilizar empleo, cuidados y jubilación.
El patriarcado, con la división sexual del trabajo, invisibiliza socialmente el trabajo doméstico y de cuidados. Con la construcción cultural y social de dos géneros con roles diferentes se facilita la consideración del género femenino como de inferior
categoría humana y laboral. La presencia secundaria de la mujer en el mercado de trabajo y el papel asignado en el marco de la familia patriarcal, como reproductora de la fuerza de trabajo, coloca a las trabajadoras en una situación especial de opresión y de exclusión social y de dependencia económica del marido.
Las trabajadoras soportamos las consecuencias más duras que la crisis capitalista impone al conjunto de la clase obrera. La necesaria respuesta que debemos articular con el conjunto de la clase es para nosotras un doble esfuerzo; pues la doble jornada para conciliar empleo y reposición de la fuerza de trabajo repercute negativamente en nuestra capacidad de intervención en las luchas obreras y populares, dificultando nuestra imprescindible participación en la batalla contra el capitalismo y contra el patriarcado.
La única vía para enfrentar la crisis capitalista es la lucha por un proyecto revolucionario comprometido con la emancipación de las mujeres, capaz de integrar la lucha general de la clase obrera por el socialismo y la lucha específica por el fin del patriarcado.
El capitalismo decadente, en descomposición y en crisis estructural golpea a la clase obrera a través de los gobiernos de turno que actúan como sus consejos de administración, implementando
medidas para tratar de no ver reducida su tasa de ganancia (privatizaciones, recortes sociales, aumento de la edad de jubilación, abaratamiento del despido, subvención a las cuotas
empresariales de seguridad social, etc).
Medidas que inciden especialmente sobre las trabajadoras que, como eslabón más débil de la cadena productiva, viven instaladas en la desigualdad y sobreexplotación del mercado laboral:
- Discriminación salarial representada en un salario medio femenino inferior en un 22% respecto al masculino, que es de un 37% menos entre las trabajadoras jóvenes y llega a ser de un 50% entre las inmigrantes.
- Acoso sexual.
- Son mujeres más del 77% de los ocupados a tiempo parcial.
- Trabajan en la economía sumergida más de un millón de mujeres.
- La tasa de ocupación femenina es del 52,60% y el paro se sitúa ya en el 20,79%. Siendo entre las mujeres inmigrantes del 29% y en las jóvenes del 61%.
Como manda el patriarcado las mujeres soportamos el trabajo doméstico, las tareas reproductivas y las de cuidados casi en exclusiva. Así, además de estar entrando y saliendo continuamente del mercado laboral entre los 25 y 44 años para el cuidado de hijos, el 85% de las excedencias son solicitadas por mujeres para el cuidado de familiares. De esta forma, se aleja de nuestro horizonte la obtención de una pensión pública que nos garantice una vejez
digna y no de exclusión y pobreza. Pensiones ligadas a permanencia en el mercado laboral de manera ininterrumpida, con carreras largas y estables chocan frontalmente con la realidad
laboral de las mujeres. En la práctica, pese a las cacareadas leyes conciliadoras, se imposibilita para nosotras el compatibilizar empleo, cuidados y jubilación.
El patriarcado, con la división sexual del trabajo, invisibiliza socialmente el trabajo doméstico y de cuidados. Con la construcción cultural y social de dos géneros con roles diferentes se facilita la consideración del género femenino como de inferior
categoría humana y laboral. La presencia secundaria de la mujer en el mercado de trabajo y el papel asignado en el marco de la familia patriarcal, como reproductora de la fuerza de trabajo, coloca a las trabajadoras en una situación especial de opresión y de exclusión social y de dependencia económica del marido.
Las trabajadoras soportamos las consecuencias más duras que la crisis capitalista impone al conjunto de la clase obrera. La necesaria respuesta que debemos articular con el conjunto de la clase es para nosotras un doble esfuerzo; pues la doble jornada para conciliar empleo y reposición de la fuerza de trabajo repercute negativamente en nuestra capacidad de intervención en las luchas obreras y populares, dificultando nuestra imprescindible participación en la batalla contra el capitalismo y contra el patriarcado.
La única vía para enfrentar la crisis capitalista es la lucha por un proyecto revolucionario comprometido con la emancipación de las mujeres, capaz de integrar la lucha general de la clase obrera por el socialismo y la lucha específica por el fin del patriarcado.
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